miércoles, 5 de agosto de 2009

Tu batalla, conmigo.


Pretendes que vuelva arrodillada a tu regazo tibio,

Pretendes…

Querías doblegar mi espíritu con tu mirada acusadora,

Yo no he cometido ningún delito…

Pero tenías los ojos llorosos,

Llorabas…

Y yo no sé por qué, pero aunque quería llorar,

No lloré…

Y me escupías en el rostro tu dolor, tu amarga rabia,

Pero yo no tengo idea de celarte, ni de amarte apasionada.

Tú querías que descendiera al moho de tu tristeza, querías que te desafiara con la misma pena,

Yo soy cobarde…

Y aunque tuviera el arma para defenderme, contra ti jamás la empuñaría.

Y tus manitos me buscan en la oscuridad, querida,

Tú conmigo sientes tanta hambre,

Se te antoja la desidia...

Mírame mujer, poseedora de la certeza de tu amor apasionado,

¿Quieres junto a ti, a un ser, como yo, tan apagado?

Tengo las manos frías, querida mía,

Así que si deseas recibir de mí, una caricia, te llegará congelada como lo está mi piel,

Congelado amor…

Y algún rasguño al corazón tan bonito que has cultivado,

Te rasgaré…

Y no tengo más que mis hibernaciones y mi humor, a veces negro, para entregarte.

Yo no sé de estrecharte entre mis brazos con fuerza,

Siempre tú, me estrechas…

Y aunque quisiera darte toda mi atención, yo tengo indiferencia.

Así que si decides amarme, a ciencia cierta,

Seguirás saliendo lastimada,

Como en una batalla…

Aunque te ame,

Porque te amo.