De vez en cuando me acuerdo del puñal que me clavaste en la espalda.
No tuviste el valor de clavármelo en el pecho, fue por la espalda,
por eso me cuesta sacarlo... Mi brazo no lo alcanza.
Aprendí a vivir con la cuchilla estancada,
ya ni intento sacarla.
Pero, de vez en cuando, me duele.
De vez en cuando,
siento su filo entre mis carnes,
ese filo helado y punzante que se me queda en la memoria unos minutos,
y trato, en verdad, de vivir mi vida como si no tuviera nada, como si no existiera esa cuchilla filosa enterrada en mi ser.
Pero me cuesta, lo intento, pero no puedo olvidar el dolor.
No tuviste el valor de clavármelo en el pecho, fue por la espalda,
por eso me cuesta sacarlo... Mi brazo no lo alcanza.
Aprendí a vivir con la cuchilla estancada,
ya ni intento sacarla.
Pero, de vez en cuando, me duele.
De vez en cuando,
siento su filo entre mis carnes,
ese filo helado y punzante que se me queda en la memoria unos minutos,
y trato, en verdad, de vivir mi vida como si no tuviera nada, como si no existiera esa cuchilla filosa enterrada en mi ser.
Pero me cuesta, lo intento, pero no puedo olvidar el dolor.