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lunes, 19 de octubre de 2009

Majestad.


Entonces me veo sentada en aquel trono, tan alto, tan revestido de joyas y terciopelo púrpura…

Y apareces a mis pies, tan pequeño, tan miserable y hambriento mientras besas el borde de mi capa.

¡Ríndeme pleitesía! ¡Cómo osas mirarme a los ojos! ¡Qué te corten la cabeza!

Entonces veo esa mirada rebalsada… ¿Quieres llorar, insignificante?

Y me rio tan fuerte… Y tú, con aquella expresión derrotada que me produce tanta excitación.

Sí, que te corten la cabeza.




He descubierto que me expreso mejor escribiendo que hablando. Cuando hablo, lo hago con cuidado de los presentes, para que nadie se ofenda ni se angustie. Pero cuando escribo, lo hago a destajo, sin moderar nada, sin taparme nada. Ya que, generalmente lo escribo para mí, y conmigo, soy muy sincera y cruel.