domingo, 11 de abril de 2010
La caricia
Tu mano grande, brusca, tosca, tu mano. Se abre paso en la oscuridad a través de mi cabello.
Susurras, quizás, no lo sé, hablas tal vez… Mi nombre es lo único que escucho en tu voz.
¿Realmente me llamas a mí?
Yo creo que en tu lamento está camuflando el perfume de alguien más. Invocas en mis manos, manos quizás más tersas.
No te atreves a llegar a mis labios, saco mis manos, mi cuerpo, mi mente. El alma gotea en mis desaires… El reloj avanza… Quieres ser dulce, pero yo soy agria.
Me hablas de estupideces, tú siempre hablas. Te miro y sonrío, te miro y trato sonreír.
Cada canción es un recuerdo, alguna nota aguda es una lágrima que vuelve. Es verdad, el pasado nos sustenta, pero también, nos deja caer…
Ahora tu mano está en mi hombro. Siento este dolor en el estómago, siento esta rabia y esta pena…
Tú eres tibio… Sólo tus manos, jamás tu boca, son gentiles.
Sigo sonriendo, sonríe niña… ¿Acaso no te han enseñado que debes sonreírle a los lindos muchachos?
Creo que cantas algo, no lo sé. Yo no sé mucho de ti, quizás tiempo atrás me importaste demasiado, pero ahora t ehas vuelto una sombra más.
Ahora me gusta molestar y remecer tus nervios, me gusta provocar en ti ironía y desdén.
¿Masoquista? No… Realista. Prefiero un sincero odio a un amor insuficiente.
Tu mano acaricia mi cabello con necesidad, buscas mi mano otra vez, mil veces, yo ya no me atrevo a rechazarte.
Eres un hombre cansado, eres el perro que apaleé ayer.
Te dejo mi mano, fría e inconsolable, para que la mordisquees un rato y te olvides del tiempo. Seré la niña suave y sumisa unos segundos. Confórmate pronto, porque retiraré la mano.
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