A veces es tan tarde cuando
llegan ésas tremendas ganas de escribir.
Todo empieza en un susurro penetrante que me recalca que la ansiedad no morirá,
no mientras mis dedos sigan congelados sobre el teclado.
Entonces tecleo
como poseída,
sintiendo muy adentro el estremecimiento del desahogo,
de la liberación,
para luego,
adormecerme,
angustiarme,
aterrarme,
porque
las palabras jamás podrán palpar los verdaderos sentimientos.
Al usar la palabra ya estoy adivinando, perdiendo la esencia de lo abstracto que está adentro,
que quisiera mostrar, y que se pierde en el camino de la interpretación.
tal como si yo fuera una gitana, y le leyera la mano a mi alma.
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