miércoles, 26 de octubre de 2011

Ahora

Tú a mí no puedes odiarme,
lo intentaste tantas veces,
con el alma abierta de cuajo
de tanta herida incurable.

Ya no pretendo aprovecharme
de ti,
de tu perdón eterno.
Ahora solo quiero brindarte lo más dulce que tengo:
mi amor calmo y nostálgico.

Yo necesito que me llames de vez en cuando,
a veces vernos,
reírnos de las tonteras de siempre,
y uno que otro abrazo rápido.

Rápido,
muy rápido,
no sea que se nos ocurra jugar con fuego,
somos expertas en eso.

Ya no nos quememos los dedos.
Si me quieres, aquí estoy.
Así que ya no me preguntes
de por qué te odié, como dices tú, tanto.

Yo no lo recuerdo,
tú sabes cómo soy,
tú más que nadie,
sabe como soy.

Así que no me hagas preguntas
cuyas respuestas se han perdido en el mar
de mi memoria frágil.
Mejor pregúntame qué será de nosotras,
si nos esperan sonrisas tiernas
o miel de abrazos.

Ya que no nos hemos podido
extirpar la una a la otra,
disfrutemos de este cielo despejado.

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