martes, 23 de abril de 2013

Lolita

Tengo un leve ánimo
de Lolita.

Quiero sentarme,
quizás,
en las piernas de un hombre mayor,
mientras juego con mis pies
chocando los talones.

Ser dulce,
empalagosa,
y mimada.
Asquerosamente
mimada.
Insoportablemente,
mimada.

Y que él,
(O ella)
me roce las rodillas,
con manos
llenas de experiencia,
algo añejas,
pero tibias.

Ser una simple
pendeja
sin
preocupaciones.
Solo
entretenerme
volviendo loco
(o loca)
a mi queridísimo
Humbert Humbert...





martes, 9 de abril de 2013

La nueva mujer

Antes de hablar con ella,
cuando la veía,
de vez en cuando
entre los pasillos,
pensaba que era una mujer aburrida,
de cara severa,
y de poco espíritu.

Hoy ella me habló,
llena de dulzura,
posando sus ojos pardos,
con cierta melancolía,
sobre mí.
Me ofreció
"un tecito"
y sacó de su bolso la bolsita.
Luego se disculpó por no traer azucar,
porque ella consumía endulzante líquido.
Yo sonreí, ella también.
"Para cuidar la línea".
Nos reímos.

Su piel blanca ya no me pareció tan pálida,
sino que relucía,
límpida y nacarada.

El té me supo delicioso,
calentito y dulce.
Y ella también me pareció como otra mujer,
melancólica,
pero suave y entrañable.
Como esos gatos encerrados en enormes mansiones,
algo aburridos y rutinarios,
pero con una leve llama
de salvajismo
en las pupilas.

 

lunes, 1 de abril de 2013

Lo contrario

Los gatos errantes pululan pulgosos sobre mi tejado.
A veces abro la ventana
y
algunos huyen
(como si los hubieran descubierto en alguna fechoría)
y otros se acercan
maullando amistosamente
para recibir algo de comida
o una tibia caricia.

Yo los miro
y me pierdo en sus patitas
de algodón,
rememorando en ellos
la actitud altiva,
orgullosa,
de las fieras.

Por más que uno
quiera creer
que los gatos están domesticados,
ellos,
con su caminar errante
nos demuestran siempre
lo contrario.