martes, 9 de abril de 2013

La nueva mujer

Antes de hablar con ella,
cuando la veía,
de vez en cuando
entre los pasillos,
pensaba que era una mujer aburrida,
de cara severa,
y de poco espíritu.

Hoy ella me habló,
llena de dulzura,
posando sus ojos pardos,
con cierta melancolía,
sobre mí.
Me ofreció
"un tecito"
y sacó de su bolso la bolsita.
Luego se disculpó por no traer azucar,
porque ella consumía endulzante líquido.
Yo sonreí, ella también.
"Para cuidar la línea".
Nos reímos.

Su piel blanca ya no me pareció tan pálida,
sino que relucía,
límpida y nacarada.

El té me supo delicioso,
calentito y dulce.
Y ella también me pareció como otra mujer,
melancólica,
pero suave y entrañable.
Como esos gatos encerrados en enormes mansiones,
algo aburridos y rutinarios,
pero con una leve llama
de salvajismo
en las pupilas.

 

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