¿Por qué te atreves a hacerme sentir horrorosa?
¿Por qué me disparas
palabras grotescas
con tu lengua venenosa?
Y yo,
que disfruto con el aroma y la textura
de mi cabello,
me encierro
en mi auto-tristeza.
¿Por qué tengo que ser tan
insegura
por ti?
¿Por qué siempre
me disparas
un golpe
bajo?
Siempre he creído
que debo agradarte,
complacerte.
¿Te sentirías agradada,
complacida,
si te cuento
que
no recuerdo
cuando
comenzaron
mis desórdenes
alimenticios?
¿Si te confiezo eso
te sentirías
orgullosa?
Quizás
qué
más
me pedirías.
Nunca es suficiente
para ti.
Mi piel,
no te parece bella.
Mi peso,
no es el
apropiado.
Mis manos,
no son
lo suficientemente
tersas.
Mis pestañas,
jamás serán
perfectamente crespas.
Mi ropa,
jamás
será de tu gusto.
Mi lenguaje,
te parece
vulgar.
Mis dientes,
nunca son blancos.
Mi voz,
quizás muy gruesa.
Mi altura,
insuficiente.
Mi perfume,
barato.
Mi caminar,
encorvado
mi paciencia:
se agota.
Te impones en mí
como la entrometida
de tu madre.
Te estás
parienciédole
tanto
que
me pareces
despreciable.
Quieres controlar:
lo que como,
lo que pienso,
lo que quiero,
mi dinero,
mi relación,
mi desesperación.
¿Y aún así me preguntas por qué te grito?
Deberías estar agradecida que no te golpeo.
¿Por qué me disparas
palabras grotescas
con tu lengua venenosa?
Y yo,
que disfruto con el aroma y la textura
de mi cabello,
me encierro
en mi auto-tristeza.
¿Por qué tengo que ser tan
insegura
por ti?
¿Por qué siempre
me disparas
un golpe
bajo?
Siempre he creído
que debo agradarte,
complacerte.
¿Te sentirías agradada,
complacida,
si te cuento
que
no recuerdo
cuando
comenzaron
mis desórdenes
alimenticios?
¿Si te confiezo eso
te sentirías
orgullosa?
Quizás
qué
más
me pedirías.
Nunca es suficiente
para ti.
Mi piel,
no te parece bella.
Mi peso,
no es el
apropiado.
Mis manos,
no son
lo suficientemente
tersas.
Mis pestañas,
jamás serán
perfectamente crespas.
Mi ropa,
jamás
será de tu gusto.
Mi lenguaje,
te parece
vulgar.
Mis dientes,
nunca son blancos.
Mi voz,
quizás muy gruesa.
Mi altura,
insuficiente.
Mi perfume,
barato.
Mi caminar,
encorvado
mi paciencia:
se agota.
Te impones en mí
como la entrometida
de tu madre.
Te estás
parienciédole
tanto
que
me pareces
despreciable.
Quieres controlar:
lo que como,
lo que pienso,
lo que quiero,
mi dinero,
mi relación,
mi desesperación.
¿Y aún así me preguntas por qué te grito?
Deberías estar agradecida que no te golpeo.
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