viernes, 28 de febrero de 2014

Delirios por Paula



No tengo palabras para describir todas mis emociones,
Hermosa mujer…hermosa y única.
Sonrisa suave y acogedora,
Esas manos suaves que acariciaron mi rostro de manera familiar,
Ese abrazo tibio donde me refugié.

Al principio tuve pavor, no te lo niego…
Pero cuando tú me abriste la puerta para entrar a tu hogar, cuando me miraste llena de ternura…
No me pude resistir a la deliciosa emoción de abrazarte, de tomar tu brazo y caminar junto a ti.

Oh dulce de noche… ¡Qué bien alimentaste mi alma!
Que bien supiste rodearme de tu amor...
Que fácil salió de tu boca la palabra “amiga” y que bien fue sentirme tan amada por ti.
Con que gracia y tino te sentaste a mi lado… Con que emoción y pena recordaste nuestro pasado.

Que ganas de mantenerte encerrada en mis brazos,
que ganas de escuchar tus anécdotas hasta que ya no tuvieras más…
Yo te hubiera oído siempre, incluso me hubiera quedado a tu lado en el frío de la noche, en silencio…
Tan solo para escuchar tus latidos y la forma en que me mirabas.

Todas estas palabras suenan como las de una enamorada,
pero nadie comprendería los latidos de mi lastimado corazón al sentirte tan cerca,
al admirar tu cabello, al escuchar esa voz tan familiar y tan añorada…

¿Cuántas noches no te busqué?

Entre líneas de una vieja carta que me escribiste tiempo atrás…

Tengo el corazón arrebatado de tanto amor por ti,
Que me parece haber estado en compañía de un ángel y no de una antigua amiga.

Quizás no te hablé demasiado, pero es que estaba concentrada en mirarte conversar con las demás.
Estaba ensimismada en recuerdos donde tú y yo nunca nos separábamos.
Perdida en la memoria del enorme amor que nos unió y que hoy pareció consumirme…

Me espetaste de repente: “tú y yo nunca peleábamos”,
y yo, volviendo del paraíso de recuerdos contesté: “tienes razón, nunca”

Mi adorado ángel irreal, nunca hubieron motivos para pelear.
Tú eras mis protectora, mi amiga, mi compañía y más aún mi razón de luchar.
Contigo aprendí tantas cosas, haciendo acopio de nuestra estrecha complicidad.
Hablábamos de la vida y de la muerte sin mayores restricciones.

Nunca dije: “te amo”
¡Y como te merecías que yo lo gritara a los cuatro vientos!
Ahora lo que siento…no sé si llamarlo amor, pero es una inusitada alegría.
Hace tiempo no sentía un amor hacia mí de esa manera…
Desinteresada y simple, y a la vez, tan profunda… Un espejo de mis propias emociones Paula…
Cada palabra que tú decías, yo la terminaba…

Que dulces y barrocos son esos recuerdos…
Cuantos abrazos te debo mujer, cuantas caricias me debes tú también…
Y sin embargo, hoy, me hiciste entre tus brazos…
Me hablaste de manera dulce y me protegiste de cualquier comentario.
Tomaste mis manos entre las tuyas, me dejaste aferrarme a tus brazos…
Y caminamos, bajo la noche, mientras todas reían yo preferí guardar silencio.
Yo preferí aferrarme a ti y escuchar esa risa que te brotaba como cascada limpia.
 
Aun en estos momentos siento el tono de tu voz en mis oídos y no puedes imaginarte lo placentero que es.
Esta noche has sido mi musa, porque la magia de esos ojos pequeños y oscuros, esa magia de piel blanca y cabellos como la noche alumbrada de estrellas…
Esa magia eres tú…




(Te debía tanto esto...)

1 comentario:

Dav dijo...

Cuanta belleza en tus palabras.
besos