Te volviste el cazador, hábil, sagaz, atractivo.
Yo soy el conejo blanco, temeroso, curioso, me acerco y
escondo luego.
Me gustaría tener tu poder, tener la habilidad de desarmar a
las personas, así como tú lo haces conmigo.
Me vuelvo hielo tembloroso entre tus dedos tibios, me
derrite el peligro de tus artes. Me confronta el descaro de tus gestos y
palabras…
Conozco el peligro y aún así decido acércame, a sabiendas de
que me quemo fácil y de que siempre pierdo.
Siempre, siempre pierdo.
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