domingo, 4 de julio de 2010

Estás tan muerto...


Me hubiera gustado no haberme enterado jamás. Hubiera sido demasiado dulce el aún amarte…

Me encantaría colgarme de aquel cuello, el más fragante y tibio de todos.

Me gustaba tanto cuando me abrazabas hasta dejarme sin aliento…

Te lloro porque hoy estás tan muerto…

Tan desaparecido y aún no te supero… Te amo tanto desde el fondo de mis recuerdos… Me duele, lastima y quiebra esta añoranza de tu voz sabia y tus últimos ruegos…

Quisiste no morir en mí… Pero tú mismo cavaste aquella tumba que hoy tiene más de dos metros de tierra encima… Tiene metros de años pasados, de abrazos no dados, de caricias tímidas…

Quiero tu voz diciéndome que soy tuya… Quiero que ahuyentes a los hombres que quisieran acercárseme. Quiero sentirme tan amada por ti como era antes…

Quiero, quiero, quiero tanto de ti, del difunto hombre que fue el primero siempre… Ver al impostor que ocupa tu puesto me duele… Siempre me dueles, siempre me dolerás…

Si pudiera retroceder el tiempo me tiraría a tus pies a pedirte que no me traicionaras, que recordaras antes de besarla que tienes mi boca y mis bracitos para suplir lo que te falta…

Que dolor más grande en la garganta… Es esta añoranza de tu presencia tan alta… Me cuesta respirar y continúo, porque aunque me quema escribir estas palabras, si no lo hago me ahogaría…

Yo, que quería entregarte el alma en cada abrazo y cada beso… Eras el único entre mis púberes rezos.

Hoy no creo en Dios y tú estás muerto. Aunque tu suplente hace un buen trabajo, jamás será como tú… Tú que me ardes en los recuerdos… Tú que lastimas con esta añoranza que te tengo…

Jamás volviste… Ni es sueños. Me dejaste tan abandonada que me costó años ponerme en pie… No sé cómo el mundo puede seguir girando si tú no estás… Pareciera como si solo yo no pudiera vivir sin ti. Quizás es culpa de tu suplente que mantiene engañado al mundo con esa apariencia tan parecida a ti.

Solo yo noto que no es como tú, que apenas se parecen… Porque el suplente tiene esa aura de mediocridad que le sigue a todos lados, y tú… Tú eras tan brillante que me costaba un esfuerzo sobrehumano el dejar de mirarte…

Que dolor… Que añoranza de ti. No tengo lugar a donde ir a dejarte flores… Honro tu memoria sólo con los recuerdos que me quedaron de ti: tu abrazo tibio, tu perfume suave, tu voz tan sabia.

Si no hubiera sido tu hija, te habría amado en plenitud.

Ahora el impostor escucha música en el primer piso… Quizás en qué lugar abstracto andarás… Brillando como un Dios, iluminando lo que miras. Ojalá reencarnes algún día y nos volvamos a encontrar. Hasta ése día, un beso y un abrazo más las palabras que siempre te repetía al oído. No las escribiré, porque no son ni del suplente ni para el mundo, solo para ti.

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