Huesos que aman
Se metió a un callejón el maricón. Estaba muerto de miedo y con las manos frías. Un cuchillo en el cinto era su mejor amigo, más que la vieja Lucía que le vendía los cigarros y le fiaba, a veces, una cajita de vino.
Apareció Vicente, tan gallardo él con su pinta de obrero limpiecito y sus panfletos en el bolso de cuero gastado.
Un beso rápido, un abrazo demasiado apresurado, una muralla manchada. Las serpientes cayeron exhaustas luego de la manipulación. Mustios los miembros, se abrazaron un rato sintiendo como la respiración se les calmaba.
- ¡Maricones de mierda! ¡fletos culiaos! –dijo el tipo de verde.
Un dolor en la cabeza, una nariz está sangrando.
Ahora los cuerpos reposan abrazaditos, hueso con hueso. El amor y la carne hecho polvo sin identidad en el peladero sin nombre ni dirección.
La carta eterna
Yo estoy bien. Lucho, me dijeron que cuando salió el bus, llevabas la bufanda verde que te tejí en el otoño pasado. Quiero pensar que no has pasado hambre ni frío, quiero creer que la piel, magullada de resistencia, no se marchitará más. Así, cuando regreses, no veras en mí una bolsa arrugada. Quiero que cuando vuelvas, me veas tan bonita como cuando nos conocimos. ¿Te acuerdas? Tú andabas con esa chaqueta que a mí me daba tanta risa, y yo tenía esa manía por comerme las uñas.
A todo esto… He comenzado a comerme las uñas otra vez.
Mi mamá murió de un infarto, es que se llevaron a mi papá… Dijeron que andaba metido en grupos comunistas, yo no sé, él sólo iba a trabajar.
Lucho, mi amor, no vuelvas… No vuelvas ahora. No importa si lloro, da lo mismo si me como las uñas. Todo valdrá la pena, para que cuando regreses nos volvamos a enamorar.
Me siento un poco tonta ahora, Lucho. Llevo en mi escritorio un montón de cartas escritas para ti. Pero lo más patético, Lucho, es que no tengo tu dirección, y que tú ya hace meses desde que partiste, no me has mandado ninguna carta…
Aguantaré, Lucho, no me dejaré caer. Hasta que reciba una carta tuya, yo seguiré escribiendo, hasta que la cordura me abandone y los dedos me hagan caso. Te amamos: tus hijos y yo.
La bufanda de la bonanza
Los pararon a todos en una fila. Estaban llenos de moretones y silenciosos: algunos por miedo, a otros les habían cortado la lengua. Uno que otro mojó sus pantalones, el olor era insoportable, menos mal que estaban en campo abierto.
Luis cerró los ojos. Atrapó entre sus manos la bufanda verde que le había tejido la Menche, y con la fuerza de su imaginación, volvió al momento exacto cuando por primera vez hicieron el amor. Luego, el balazo final y el cuerpo que cayó como saco de papas.
Estos cuentos los escribí el año pasado en la universidad. Hoy los pillé por ahí y me gustaron. Son algo tristes, pero es que... ¿Acaso hay recuerdos felices de la dictadura en Chile?
2 comentarios:
La carta eterna
esta realmente notable, me senti como no se, testigo ocular de lo que ocurria.
salud :)
http:// www.elpatologicoweb.blogspot.com Perfumes con olor a mormona, la manía de oler ropa interior ajena, entrevista a los escritores de mondogonzo.net Doctor Mortis Bukkake y Cándido Cienfuegos; además de una conversación sobre el nuevo disco de Mike Patton y como siempre los célibes Daniel Campos, Angela Diaboletta y DavidBicharrako a cargo de El Radiológico, el podcast de El Patológico... Parafilias, rock, actualidad, desactualidad y amor libre a latigazos
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