Estas palabras provienen desde lo más hondo de mí, acción natural y llena de sentimientos confusos:
Perdóname…
Me amaste. No sé muy bien si te amé, ¿qué se yo del amor?
Ahora que releí algunas de tus palabras, que me escribiste con tanta dulzura y dedicación, sentí el dolor punzante de haberte amado tan mediocremente… ¿Por qué no me detuviste cuando te decía palabras tan groseras?
Por qué no me callaste cuando dije que si hubieras sido hombre me habría entregado a ti…
Como hombre jamás hubieras podido llenarme… No era necesario el miembro que nunca tuviste, ni tampoco actuar como caballero cuando te pedía más. Tus pechos y el valle de tu sexo era lo más valioso, y yo, miré cada detalle con recelo, como si no fuera suficiente…
Como mujer eres perfecta tal cual, sin miembro te prefiero más, con tus pechos contra mis pechos era perfecto…
No fui capaz de entregarme a ti por el prejuicio inicial, luego, porque nos hicimos daño y te dejé de amar.
Ahora, que releí palabras del pasado que quizás no sientes ahora, rasqué la herida.
Perdóname.
Perdóname por el mail que no te mandaré, también por haber pensado mandarlo, también por haber escarbado en el pasado. Perdóname siempre y así libérate.
Perdonémonos juntas y así no picará el corazón.
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