Está tu pecho abierto de primaveras olvidadas,
nunca antes tu sonrisa tuvo más sentido.
La boquita pequeña y deliciosa en aquél rictus ofendido,
quiero ver más de tu cuello eterno.
Quiero el mar, y lo quiero contigo.
El agua salada y fría que nos despertará del ahora.
No quiero sentir el tiempo para así no olvidarte,
congelaré la primavera de tu pecho para no volver a olvidar la flor del cerezo.
Oprime el gemido escandaloso,
acalla el silencio desesperante de tu vervorrea.
Si con nombrar a Dios, él existe.
Quisiera nombrar al amor a ver si se hace realidad.
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