¿Pensarás en mí?
Es la pregunta donde mi alma siempre prefiere retornar. No hay fe, no hay sed, no hay más.
Aún así, retomo tu rostro y lo moldeo al compás de mis emociones inconstantes.
El producto: un tú mil veces más brillante. Y aunque en la realidad no eres más que color sepia, yo te pinto con las acuarelas.
Me siento como una vieja al tejer memorias oxidadas, al beber tanto té, al tener la sonrisa gastada, al caminar y cansarme, al dolor de los huesos, al asma por las mañanas...
Soy un trapo estrujado, no hay más agua, no hay dulzura ni tampoco poesía barroca.
Soy el reciclado de algo lejanamente brillante, la de ahora es demasiado biodegradable; si me acuesto en la tierra me absorverá y moriré: olvidada, resumida, desgraciada.
Y sigo hablando como anciana, como vieja apaleada... ¡Si hasta mi madre aún puede sonreír con naturalidad!
¿Dónde quedó la primavera de mis pasos? ¿A dónde fue a parar la coquetería de mis gestos?
Y no estoy seca, de llorar: lloro, de cantar: canto, de amar: no lo tengo claro.
y de recordarte.... Como una vieja lo hago.
Tejiéndote estoy entre letras sumisas y atolondradas. Bebiéndome un té endulzado con tu abrazo antier, disfrutando el bouquet de tu ausencia, silenciada por los kilómetros de mentiras...
Yo solo anhelo dejar de digerir este recuerdo tuyo, para así no tener nunca más que sentarme a beber más infuciones amargas de recuerdos y promesas rotas...
Ya no quiero pensar si me recuerdas, no quiero recordarte yo. No quiere recordarte mi cuerpo con los brazos adormecidos de tanto esperarte abiertos.
Me bebo el té de amargo cariño que me dejaste, para así digerirte y olvidarte.
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