martes, 29 de noviembre de 2011
jueves, 24 de noviembre de 2011
Juego mortal
Bajo la mirada, me arreglo el cabello, reviso papeles… Todo. Todo para que mis ojos no choquen con los tuyos. Mirada infame, profunda, perturbadora.
En tu burlona sonrisa siento el dejo de una intención, morbosa, caliente, me quema, esa intención.
Paso a tu lado y me hago la fría, no te miro, apenas te hablo, te respondo de golpe. Yo jugué siglos atrás esos juegos, conozco las reglas y conozco el final.
Me invitas a fumar, me hablas de tu edad, buscas mi tacto, presientes mi perfume. Yo me rio. Me rio porque tú franqueas mi naturaleza, porque tú eres un vidente y yo un paisaje borrascoso, y aun así, me descifras.
Tomas mis actos y barajas una estrategia. Yo soy una niña, no una mujer, una niña, que juega a ser adulta, a ser seria. Pero tú reviertes mi grandeza, me provocas con un paño rojo de torero, y a mí se me nubla la mirada ante tal juego abrasador, que espolea los ímpetus de agarrarme a tu cuerpo con un impulso mortal. Arrojarme a tus brazos para perder la vida y los sueños en tu boca y dejar de ser niña, crecer en tu cuerpo, y que tú crezcas en el mío.
La próxima vez voy a ser más astuta, seré yo el torero y tú el toro. Conozco las reglas, estoy dispuesta a morir.
viernes, 18 de noviembre de 2011
0.57 AM
sobrevive
la pequeña vela de chocolate
Así como yo,
en tinieblas,
mantengo prendida la esperanza.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
21.48
Fue en una disco. Una disco hétero, por si las dudas.
Estaba bailando en mi grupo de amigas, cuando otro grupo se acercó en plan de unirse. Todos se veían simpáticos y hermosos, fue inevitable la química grupal.
La muchacha en cuestión, no tiene nombre, porque se me olvidó, o quizás nunca le pregunté, sea lo que sea, el nombre es lo de menos. Para efectos de este relato, ella será Drew, sí, como Drew Barrimore.
Era solo un poco más alta que yo, pero su personalidad arrebatada y sonriente la hacían ver tan grande. Bailaba en frente mío, sacó un cigarrillo y me pidió fuego, le dije que no tenía. Segundos... Solo segundos fueron, en los que mi mente articuló los mecanismos que hacen mandar las señales hacia las extremidades, muévete brazo, muévete mano. Quise ofrecerle mi cigarrillo para que prendiera el suyo, ella no dio tiempo a que me lo quitara de la boca y se lo pasara, la señal mental no alcanzó a llegar a mis extremidades cuando ella ya estaba tan cerca... Presionando su cigarro contra la punta del mío, aún prendido en mi boca. El instante, eterno y efímero a la vez, se hizo perfecto para poder mirarla de cerca. Sus ojos perfectamente pintados, con sus hermosas pestañas rizadas se cerraron mientras encendía el vicio. Yo no pude dejar de mirarla, sintiendo esa cercanía incómoda y a la vez, muriendo porque no termiara jamás.
Se alejó con su cigarro prendido, sonrió flamante, triunfadora. Yo estaba embelesada.
Le dije que me recordaba a alguien, ella echó su cabeza hacia atráz en una risa exquisita. Su cuello largo se expuso perfectamente blanco y perlado de sudor dulce. Volvió a mirarme con una sonrisa dulce, con hoyuelos en las mejillas, y dijo:
- ¿A Drew Barrimore?
- ¡Sí! -dije Eufórica, ella rió encantada.
- Sí, me lo dicen todo el tiempo.
Pese a que el local estaba lleno de gente, ella bailó conmigo. Era delicada y a la vez poderosa, seductora e infantil, perfectamente arreglada y pintada y quizás un poco viril.
Yo no sabía bien cómo, o porqué, pero me sentía tan a merced de esa criatura que bailaba frente a mí de manera lenta y sensual. Sin duda ella llamaba más mi atención que cualquier hombre de ahí.
Ya no recuerdo si hablamos más, o si solo seguimos bailando en un cómplice silencio seductor. Solo recuerdo que cuando fui al baño y volví, ya había llegado su novio. Un tipo muy alto y fornido, que la abrazaba como si ella fuera de su propiedad. Viéndola así, tan sumisa, no pude evitar una leve decepción. Volví a mi grupo de amigos, bailando y mirándola de vez en cuando, ansiando que quedara sola y volviera a acercarse.
lunes, 7 de noviembre de 2011
El rapto
Apareció esta mujer soberbia y fría,
con la mirada tan opaca
que yo temía perderme para siempre
en la isla de tierra que tenía en uno de sus ojos.
Traté de negarla,
como fue negado Jesús,
pero no puedes ignorar a una persona
que conoce cada rincón de tu alma.
Vino a mi cama e irrumpió en mis sábanas,
silenció mi boca con su mano gélida
y
enredó sus piernas en las mías para no dejarme escapar.
Al principio pensé que solo me retendría uno o dos días,
pero pasaban las horas y ella,
hambrienta,
me devoraba la determinación.
Impedida, aplastada, encerrada,
como me tenía,
me dejé caer al romance
y me envenenó.
No contra ti,
mi amor,
sino que contra mí.
Así que me olvidé del mundo
y te guardé profundamente
en mi memoria.
Ella me envolvió
en una niebla densa
donde apenas veía yo su mano
que mientras me guiaba en la oscuridad,
me dejaba terribles marcas
de sus uñas.
Cuando a veces, por descuido,
descubría mi boca,
yo salía a flote para llamarte,
pero poco podía hacer,
cuando con una fuerza que no le conocía,
me volvía a hundir en el océano de sus piernas,
y la tormenta de su cabello.
Temí enamorarme de ella algunos momentos,
pareja tan sádica solo podría
destrozarme los sueños.
Pero con tanteos breves descubría que
ella no me atesoraba,
sino que me robaba del mundo exterior.
Un día,
después de haberme mantenido amarrada
para hacerse más fácil la tarea de
violar mi espíritu,
dejó la puerta abierta.
Salí arrastrándome,
no podía caminar bien.
Cuando el sol chocó contra mi cara
grité tan fuerte
que salieron de mi cuerpo todas mis entrañas
envenenadas de sus miedos.
No sé si ella dejó la puerta abierta
por descuido
o por no saber pedir disculpas.
Solo espero que no vuelva,
o al menos,
que me de tiempo de arreglar el mundo
antes de volver.