miércoles, 9 de noviembre de 2011

21.48

La primera vez que fui consciente de una mujer...
Fue en una disco. Una disco hétero, por si las dudas.

Estaba bailando en mi grupo de amigas, cuando otro grupo se acercó en plan de unirse. Todos se veían simpáticos y hermosos, fue inevitable la química grupal.
La muchacha en cuestión, no tiene nombre, porque se me olvidó, o quizás nunca le pregunté, sea lo que sea, el nombre es lo de menos. Para efectos de este relato, ella será Drew, sí, como Drew Barrimore.

Era solo un poco más alta que yo, pero su personalidad arrebatada y sonriente la hacían ver tan grande. Bailaba en frente mío, sacó un cigarrillo y me pidió fuego, le dije que no tenía. Segundos... Solo segundos fueron, en los que mi mente articuló los mecanismos que hacen mandar las señales hacia las extremidades, muévete brazo, muévete mano. Quise ofrecerle mi cigarrillo para que prendiera el suyo, ella no dio tiempo a que me lo quitara de la boca y se lo pasara, la señal mental no alcanzó a llegar a mis extremidades cuando ella ya estaba tan cerca... Presionando su cigarro contra la punta del mío, aún prendido en mi boca. El instante, eterno y efímero a la vez, se hizo perfecto para poder mirarla de cerca. Sus ojos perfectamente pintados, con sus hermosas pestañas rizadas se cerraron mientras encendía el vicio. Yo no pude dejar de mirarla, sintiendo esa cercanía incómoda y a la vez, muriendo porque no termiara jamás.

Se alejó con su cigarro prendido, sonrió flamante, triunfadora. Yo estaba embelesada.

Le dije que me recordaba a alguien, ella echó su cabeza hacia atráz en una risa exquisita. Su cuello largo se expuso perfectamente blanco y perlado de sudor dulce. Volvió a mirarme con una sonrisa dulce, con hoyuelos en las mejillas, y dijo:

- ¿A Drew Barrimore?
- ¡Sí! -dije Eufórica, ella rió encantada.
- Sí, me lo dicen todo el tiempo.

Pese a que el local estaba lleno de gente, ella bailó conmigo. Era delicada y a la vez poderosa, seductora e infantil, perfectamente arreglada y pintada y quizás un poco viril.

Yo no sabía bien cómo, o porqué, pero me sentía tan a merced de esa criatura que bailaba frente a mí de manera lenta y sensual. Sin duda ella llamaba más mi atención que cualquier hombre de ahí.

Ya no recuerdo si hablamos más, o si solo seguimos bailando en un cómplice silencio seductor. Solo recuerdo que cuando fui al baño y volví, ya había llegado su novio. Un tipo muy alto y fornido, que la abrazaba como si ella fuera de su propiedad. Viéndola así, tan sumisa, no pude evitar una leve decepción. Volví a mi grupo de amigos, bailando y mirándola de vez en cuando, ansiando que quedara sola y volviera a acercarse.

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