jueves, 1 de diciembre de 2011

Torero

El torero piensa que con ondear el rojo me provocará.

Yo me paseo con soberbia a su lado, actúo como si no me perturbara.

Sonríe, sabe que el plan no funciona. Así que me contornea la cadera y se envuelve en la tela roja.

Siento el sudor en el lomo, quiero arremeter contra su pecho y devorar sus muslos.

¡Olé!

Se salva el torero. Me cansa este juego.

Vuelve a sonreír el torero, su estampa me seduce y su juego me perturba.

¿Por qué no me matas de una simple estocada?

¿Por qué haces este juego mortal con tal deseo?

Mátame con esa boca infantil, clávame el puñal con esa exquisita mano morena.

¡Olé, olé!

La gente se divierte, yo me pierdo en sus ojos.

Me das la espalda y caminas. Torero lujurioso de espalda hermosa. Si tuviera manos te envolvería con ellas, si tuviera boca te comería los labios.

Me perturbo y ataco.

¡Olé!

El torero me esquiva con una gracia viril.

Siento desfallecer, mátame, mátame, pero no me perturbes de esta forma.

Se ríe el torero, sus ojos desprenden llamas.

¡Quiero besarle, quiero besarle!


Se cubre con el manto rojo, se acerca, yo retrocedo. Pero esa sonrisa es imbatible… Tiene en los ojos las marcas de los amores que ha robado. Me siento insignificante animal, su juego se ha vuelto muy cruel.

La gente mira expectante. Es su vida o la mía.

Arremeto contra el rojo furioso. Siento caliente el lomo. Grita la gente, el torero ganó.

Mis patas me fallan, caigo a la tierra. El torero me hace un saludo.

Se arrodilla con su flamante figura y me mira a los ojos. Me llevo su imagen como último recuerdo. Siento la caricia de su mano sobre mis ojos. Mano infame… Con ella empuñaste la daga que me roba el aliento. Y ahora me acaricias… Torero, los de tu estampa están destinados a ser adorados y a amar poco.

Me susurras algo en la oreja. Quiero responderte y solo escupo bramidos y sangre.

La gente se aleja, el espectáculo termina. El torero se limpia el polvo de las rodillas y emprende la marcha.

El toro ha muerto, está tendido con los ojos aún brillantes, gritan los niños. Nadie se atreve a tocarlo, porque pareciera que se levantará en cualquier momento, susurran las mozas. Solo las viejas comprenden, que la bestia murió enamorada.

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