Me gusta soñar contigo,
me queda la sensación que,
de verdad,
nos vimos.
Me invitaste
a un lugar común,
donde me sirvieron
un pastel de manzana
con crema.
Tú
odiaste al chef
que se acercó galante a la mesa
y me miró a los ojos
mientras me decía que
el plato era cortesía de la casa.
Yo me reía,
yo siempre me estoy riendo,
tú sabes
que mi risa
involucra infinidad de emociones
que no son precisamente
graciosas.
Te paraste y me dijiste que fuéramos a otro lugar.
Yo terminé el pastel y me fui
contornéandome,
sabiéndome
observada.
Como aquél día que nos vimos
y mientras yo me tomaba el vino
tú mirabas por sobre mi hombro
a la mujer que me miraba
llena de curiosidad.
Tenía la piel morena,
más que la mía
y unos ojos muy grandes
y almendrados.
Cuando yo la miré
también sentí curiosidad de ella.
No puedo evitar
ser un torrente
de surrealistas fantasías.
Así como en los sueños
volverme una loca
maníatica
sensual-sexual
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