Soy un alma torcida.
Me rio cuando debería estar seria.
Me hago la desentendida de aquellos riesgos que podrían comprometerme demasiado.
Soy una mezcla extraña de cobardía y osadía.
Doy un paso, pero sólo cuando sé que no tropezaré.
¿Y si por error de la vista, groso error, caigo?
Entonces, me hundo, tan profundo en la tierra y mis pensamientos, que la oscuridad le impide a la gente a acercarse a rescatarme.
Y aunque actúo como damisela en peligro, es probable que no necesite ayuda.
Y cuando en verdad la necesito, cierro puertas y ventanas y me pongo una armadura.
De extrañas contradicciones estoy hecha. De insufribles ambigüedades me alimento.
Porque, me atraen los hombres afeminados y las mujeres que se las valen por sí mismas.
Es verdad que, mientras tú estabas ardiendo como un toro a punto de embestirme, yo estaba fría y calmada como un iceberg.
Admito que soy la culpable, admito que te provoqué.
Pero qué más da, amiga, tú me conoces. Sabes sobre mi personalidad tórrida que busca divertirse a costa de los embates de los demás.
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