Quiero recargar mi cabeza en el área situada entre tu cuello y el nacimiento de tu mandíbula. Ahí, recargaré más que mi peso, mis preocupaciones.
Encerraré en el abrazo más tibio la condensación de mis llantos, y aplicaré crema nutritiva a los oídos cansados e irritados de los gritos de la vida.
Envolveré en papel crepé todas las angustias… Y haré de ellas esos regalos que no nos gustan y que quedan olvidados en un rincón.
Encontraré en los caminos más empedrados la dicha de la lucha, para así no sentir que la vida es siempre tan dura y frívola.
Ahí, en el rincón entre tu cuello y el nacimiento de tu mandíbula, dejaré marcas de besos que nadie podrá ignorar. Por si un día estás con otra, verás que el pasado por más que lo limpies no se puede borrar. No importa si quedan sólo moretones, no importan las sonrisas, importa que estuve ahí, en tu vida.
Ahora, me quiero quedar un poco más en el rinconcito aquél… Quiero cerrar los ojos y olvidar las cicatrices que jamás intenté curar y que hoy se pudren. Callémonos un momento, que sólo quiero oír tu respiración… Abrazada al pecho más tibio de todos… Siendo acariciada por las manos más suaves que he sentido desde hace una eternidad… Olvida el miedo al olvido… Que aunque mi boca vomite negruras e injurias, muy adentro estás.