Hablar contigo es un dolor en el pecho
es el palpitar desesperado de mi oxidado corazón,
es no poder dejar de mirarte los labios,
es la imperiosa necesidad de tocarte.
Porque cuando por azares del destino nos encontramos
yo ruego a todos los Dioses que han dado abrigo a la humanidad para que me mires.
Y cuando por descuido tocas mi mano y no retiras la tuya, tiemblo.
El dolor de tenerte y no tocarte es torturante,
sobre todo,
cuando tus ojos brillan en mi presencia.
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