Cuando comenzamos a hablar
sentí que el nervio
alojado en mi estómago
se desprendía,
dejando en su lugar
una sutíl ternura...
Eres, como tú dijiste,
ruda...
Pero dulce...
Dulce como los helados que tomamos,
y que yo como estúpida derramé en mi pantalón.
Quiero verte otra vez,
y tocarte.
Tu boca carnosa me dio tanta hambre
que dentro de mí no pensaba en otra cosa que
morderte los labios
para luego darles consuelo
con mi lengua.
Yo no creo en el amor a primera vista,
eso solo pasa en las películas,
pero tú...
Pero tú mi has dado esperanza.
Gracias.
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