miércoles, 21 de noviembre de 2012

12.05 PM

Tengo una felicidad que no me cabe en el pecho.
querido, tú me has enseñado otro tipo de amor,
uno que yo desconocía por completo.

Estaba tan habituada a expresar
el cariño
y la
emoción
a través del drama y la tragedia.

A mí me enseñaron que amar
era sufrir,
retorcerse en el delirio de los celos
y la
incertidumbre.

Yo era de las que estiraba la cuerda hasta su límite,
para luego atraerla
de manera violenta
hacia mí.

Y ahora (tú) vienes y me desarmas
la teoría que me había mantenido
viva (muerta)
para abrirme los ojos
al dulce exquisito
de la paz.

Soy como un valle
que había tenido una larga temporada de sequía,
donde tantos y tantas quisieron cosechar
florecitas y fruta fresca,
pero solo obtuvieron
suspiros de un valle seco.

Y viniste tú,
lluvia,
para mostrarme la vitalidad de mis tierras,
que engendraron tiernas flores
y exuberantes
frutos.

La ternura,
tú me la enseñaste,
y ahora no podría vivir,
sin tu voz
que me dice constantemente
cuanto me quiere.

Yo no quiero
guardarme en otra cajita,
que no sea la que me forman,
tus piernas.




martes, 20 de noviembre de 2012

Del recuerdo de una rabia

Me acordé de tu pendejería y pensé en escribirte algunos insultos e indirectas al modo tuyo, pero me di cuenta que ni la consideración de mis insultos te mereces.

En cuanto lo noté, toda energía negativa se disipó y me dejó el desconcierto del recuerdo de una rabia.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Espacio para dos

Se me juntaba en la garganta el grito profundo de un te amo.
Me aguanté el arrebato y solo me dediqué a besarte la boca como una adicta.

Enrredé mis dedos entre los tuyos y absorbí el calor que me acongojó el corazón.
Tú me mirabas enternecido, respondiendo mis besos con una infinita devoción.
A través de tus ojos derramabas infinitas luces, encandilándome, encegeciéndome.

Nos perdimos en besos eternos...
El mundo desapareció,
nosotros, en nuestro mundo,
solo tenemos espacio para dos.



Mujer en el bar



Esa mujer me causó una profunda impresión.

Su cabello platinado y su piel blanca límpida la hacían parecer la reina del hielo. Cuando posaba sus ojos en ti te traspasaba el alma, era un golpe en la consciencia. Un descaro tierno, prudente, escandalosamente ambiguo.

Sonreía por nada, pero a la vez podías intuir en sus pupilas un deseo tibio… 

Daban ganas de tomarle las manos y estrecharlas contra tu pecho fuertemente, dedicándole promesas que ella aceptaría cordialmente, jamás arrebatada, porque ella es de las mujeres que ya han recibido infinitos juramentos de amor eterno, y el arrebato solo lo deja para momentos de furia o exacerbada pasión.

Hermosa, se acomodaba el cabello detrás de las orejas y rechazaba con educación las invitaciones a bailar. Yo dentro de mí pensaba, si le extendiera mi mano, ¿ella la tomaría?

Al final pidió vino rojo y lo tomaba con cautela, saboreando la cepa que se enredaba a su lengua exquisita.
Yo no me atrevía a mirarla, solo dos o tres veces le sostuve la mirada. No podía, me enredaba en un halo de vergüenza y misterio. Me dedicaba a conversar con los demás comensales, a beber mi trago, a escuchar la música. 

Una mujer así hace tambalear tu mundo… Yo ya no estoy para turbulencias.