miércoles, 21 de noviembre de 2012

12.05 PM

Tengo una felicidad que no me cabe en el pecho.
querido, tú me has enseñado otro tipo de amor,
uno que yo desconocía por completo.

Estaba tan habituada a expresar
el cariño
y la
emoción
a través del drama y la tragedia.

A mí me enseñaron que amar
era sufrir,
retorcerse en el delirio de los celos
y la
incertidumbre.

Yo era de las que estiraba la cuerda hasta su límite,
para luego atraerla
de manera violenta
hacia mí.

Y ahora (tú) vienes y me desarmas
la teoría que me había mantenido
viva (muerta)
para abrirme los ojos
al dulce exquisito
de la paz.

Soy como un valle
que había tenido una larga temporada de sequía,
donde tantos y tantas quisieron cosechar
florecitas y fruta fresca,
pero solo obtuvieron
suspiros de un valle seco.

Y viniste tú,
lluvia,
para mostrarme la vitalidad de mis tierras,
que engendraron tiernas flores
y exuberantes
frutos.

La ternura,
tú me la enseñaste,
y ahora no podría vivir,
sin tu voz
que me dice constantemente
cuanto me quiere.

Yo no quiero
guardarme en otra cajita,
que no sea la que me forman,
tus piernas.




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