miércoles, 16 de enero de 2013

2.41 AM

A veces entras a mi pieza,
tarde por la noche,
como una aparición
que no me aterra.

Me dan ganas de hablarte,
tomarte la mano
y dejar que deposites
un beso
en mi frente,
como solías hacerlo.

Te sientas en la silla
de mi escritorio
y me dices
"tranquila"
y yo sonrío.

Ahí desapareces,
te esfumas.
Y yo me quedo sentada,
en la orilla de mi cama,
invocándote en recuerdos. 

Como cuando
con una vocecita dulce,
paternal,
me dijiste que te habías robado mi nariz,
mientras hacías el geste de tenerla encerrada en tu mano.

¿Me la devolviste?
Eso no puedo recordarlo...
Siempre fuiste tú la tierna,
yo era la caprichosa
olvidadiza
que nunca recordaba
fechas especiales.

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