sábado, 11 de mayo de 2013

Ella

Mi estudiante me busca por el salón.
Cuando gira su juvenil y flexible cuello
su cabello color miel se levanta
como una maravillosa capa para su esbelta nuca.

Cuando la miro,
ella,
reluciente,
me devuelve una sonrisa llena de ánimo.

Sus ojos gritan:
¡Mírame!

Yo le devuelvo la sonrisa,
cordial.
No puedo hacer más que eso.
¿Qué otra cosa podría hacer?

Hay cierta inquietud maternal/
sensual                                                                                                            
En mí.
Me remece y me provoca el impulso de
tocar
su cabello.
 
Ella rie animada,
como un animalito
libre,
brillante,
soleado,
veraniego.
 
Cuando la pillé,
en una fechoría,
sonrió.
Acatando mi voz feroz.
 
Más tarde
me sentí mal
de haberle hablado así.
 
¿Qué impresión habré dejado
en esos oídos trémulos
de juventud?
 
Quiero verla,
y hablarle,
esta vez,
dulcemente.
 
 
                                      

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