martes, 14 de mayo de 2013

unísono

El otro día,
al hacer el amor,
logramos un ritmo
que
si no fue perfecto,
al menos,
fue glorioso.

Te sentí como una marea
que me mecía
evocando una muerte.

Había entre mis piernas
un ardor
que en cualquier momento
amenazaba con incendiar el cuarto.

La marea de tu amor
me abrazaba el cuerpo
con tanta entrega
y protección
que podría haberme
ahogado y renacido
hacia una nueva yo.

No puedo definir bien
esa instancia mortal
y
enceguecedoramente
maníatica
que me acercaba
al surgimiento
del hecho
de la vida misma:
la pasión.

Me sentía protegida,
pero a la vez
expuesta.
Como si me dieras la vida
y tuvieras todo el poder del mundo
para, también,
quitármela.

Ternura y deseo
hacían presencia
disonante
pero
entrañable
en esa cadencia.

No sé si comprendes
que logramos
el ritmo
universal.
Fuimos realmente uno,
logramos
lo que otras personas
se la pasan buscando
toda la vida. 

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