No tengo palabras para describir todas mis
emociones,
Hermosa mujer…hermosa y única.
Sonrisa suave y acogedora,
Esas manos suaves que acariciaron mi rostro de
manera familiar,
Ese abrazo tibio donde me refugié.
Al principio tuve pavor, no te lo niego…
Pero cuando tú me abriste la puerta para
entrar a tu hogar, cuando me miraste llena de ternura…
No me pude resistir a la deliciosa emoción de
abrazarte, de tomar tu brazo y caminar junto a ti.
Oh dulce de noche… ¡Qué bien alimentaste mi
alma!
Que bien supiste rodearme de tu amor...
Que fácil salió de tu boca la palabra
“amiga” y que bien fue sentirme tan amada por ti.
Con que gracia y tino te sentaste a mi lado… Con que emoción y pena recordaste nuestro pasado.
Que ganas de mantenerte encerrada en mis
brazos,
que ganas de escuchar tus anécdotas hasta que
ya no tuvieras más…
Yo te hubiera oído siempre, incluso me hubiera
quedado a tu lado en el frío de la noche, en silencio…
Tan solo para escuchar tus latidos y la forma
en que me mirabas.
Todas estas palabras suenan como las de una
enamorada,
pero nadie comprendería los latidos de mi
lastimado corazón al sentirte tan cerca,
al admirar tu cabello, al escuchar esa voz tan
familiar y tan añorada…
¿Cuántas noches no te busqué?
Entre líneas de una vieja carta que me escribiste
tiempo atrás…
Tengo el corazón arrebatado de tanto amor por
ti,
Que me parece haber estado en compañía de un
ángel y no de una antigua amiga.
Quizás no te hablé demasiado, pero es que
estaba concentrada en mirarte conversar con las demás.
Estaba ensimismada en recuerdos donde tú y yo
nunca nos separábamos.
Perdida en la memoria del enorme amor que nos
unió y que hoy pareció consumirme…
Me espetaste de repente: “tú y yo nunca peleábamos”,
y yo, volviendo del paraíso de recuerdos
contesté: “tienes razón, nunca”
Mi adorado ángel irreal, nunca hubieron
motivos para pelear.
Tú eras mis protectora, mi amiga, mi
compañía y más aún mi razón de luchar.
Contigo aprendí tantas cosas, haciendo acopio
de nuestra estrecha complicidad.
Hablábamos de la vida y de la muerte sin
mayores restricciones.
Nunca dije: “te amo”
¡Y como te merecías que yo lo gritara a los
cuatro vientos!
Ahora lo que siento…no sé si llamarlo amor,
pero es una inusitada alegría.
Hace tiempo no sentía un amor hacia mí de esa
manera…
Desinteresada y simple, y a la vez, tan
profunda… Un espejo de mis propias emociones Paula…
Cada palabra que tú decías, yo la terminaba…
Que dulces y barrocos son esos recuerdos…
Cuantos abrazos te debo mujer, cuantas
caricias me debes tú también…
Y sin embargo, hoy, me hiciste entre tus
brazos…
Me hablaste de manera dulce y me protegiste de
cualquier comentario.
Tomaste mis manos entre las tuyas, me dejaste
aferrarme a tus brazos…
Y caminamos, bajo la noche, mientras todas
reían yo preferí guardar silencio.
Yo preferí
aferrarme a ti y escuchar esa risa que te brotaba como cascada limpia.
Aun en estos momentos siento el tono de tu voz
en mis oídos y no puedes imaginarte lo placentero que es.
Esta noche has sido mi musa, porque la magia
de esos ojos pequeños y oscuros, esa magia de piel blanca y cabellos como la
noche alumbrada de estrellas…
Esa magia eres tú…
(Te debía tanto esto...)