La ilusión como realidad

Tu cuerpo pesa, tu cuerpo me pesa.

Pesa cuando rondas descaradamente por mi mente,

Me pesan las manos mientras intento tocarte.

Mientras, en el mundo real, los relojes marcan las tres de la mañana.

Mis ojos cerrados son el mejor telón para la historia que crearé para ti y para mí.

Muévete, rózame.

Así, nada más, sin mayor motivo que la pasión que arde en mi corazón.

Se me hace pequeña el alma cuando intento alcanzarte, olvida que Morfeo nos vigila, olvida que la ilusión, para mí, ha dejado de ser un juego.

Así, tu cabello cubrirá mis hombros y mi espalda, aquella caricia sutil que despertará mi más brutal animalidad.

Discúlpame si te arrojo a la cama con tal brutalidad, perdóname si no acato tu voz cuando me pide que me detenga.

Perdón, por desearte de esta manera tan poderosa y difusa, porque siempre te olvido, y te recuerdo apenas para calentar mis noches.

Descubres tu piel almibarada y me dedico a deshojar tus miedos.

Déjame lamer tu cuello, permíteme arañar tu cuerpo.

Ahora, este profundo dolor que me acompaña y que me despierta, me mantiene fuera de ilusión.

Abro los ojos, seis de la mañana, anhelo morir soñando contigo.

Ten paciencia, no temas, nos reencontraremos otra noche a la vigilia de Morfeo, al sigilo de sus brazos, al sopor de su éter.