domingo, 6 de enero de 2013

Los de antes, el de ahora.

desempolvando rostros añejos, lejanos, impalpables y borrosos,
recuerdo que tiempo atrás dije amar.
Amé primero a un muchacho rubio de ojos verde olivo. Ojos brillantes, infaltiles y siempre muy abiertos. La encarnación del adonis griego ideal.
Luego amé a un jovencito de contextura atlética, con extensa piel blanca límpida, suave y fresca. Él me dio mi primer beso importante, de esos que estremecen el alma y hacen flaquear las rodillas. Mis primeras fantasías fueron entre sus brazos.
Luego vino, no sé si la desgracia o la dicha, pero llegó al fin y al cabo, el misterioso de piel trigueña y labios carnosos. Caminábamos por la ciudad con tentativas tímidas. Raras veces nos tomábamos de las manos, solamente una vez me dijo que me amaba, y cuando lo hizo no me miró a los ojos.
Después llegó la que me cambió el mundo. Solía perder tardes enteras imaginándome entre sus piernas trigueñas, o cómo sería la textura de su cabello negro entre mis dedos, o el sabor de su lengua entre sus bonitos labios. Ella me estremeció entre sueños, y yo la adoré en secreto mientras ella me sonreía con intenciones de amistad.

Ahora estás tú.

Tú... El de labios delgados, sonrisa de niño pícaro, ojos cansados, manos grandes y tibias. Tú eres la primera persona a la que siento deseos de pedirle perdón por haber dicho amar a otras personas antes. Siento que te debo tanto... Me devolviste la ternura, quebraste la muralla con una determinación que jamás pedí antes (¡pero cómo la necesitaba!). Creíste en mí aún cuando yo, inconscientemente, puse mil trampas a nuestro futuro.

Te mostré mis cicatrices y mis manchas, y aún así me encontraste hermosa. Me trataste como reina, pero de vez en cuando me remecías y me ponías en mi lugar. Fuiste un caballero y un grosero, un pajarillo perdido que aterrizaba a la tierra para encerrarme entre sus alas. El amarte fue la consecuencia que jamás hubiera podido desear, y aún así dejé que pasara. De alguna forma misteriosa, sabía que tenías que ser tú.

Ahora no me puedo imaginar sin tus besos, sin tu mano gigante que entibia las capas más profundas de mi piel y mis sentidos. Tú eres el fuego que me alimenta, podría estar todos los días enredada a tu cuerpo. Pero también, eres la ternura que me derrite las intenciones.

Si antes amé, hoy reniego. Te amo a ti, y los demás amores me parecen débiles intentos de entrega. Nunca amé así, y espero no volver a hacerlo. Quiero que tú seas este amor, y jamás vivirlo con nadie más. Dejo los amores mediocres atrás, y me quedo contigo.

1 comentario:

Real Fenix dijo...

hermosa autobiografía del amor....

saludos