miércoles, 5 de agosto de 2009

Tu batalla, conmigo.


Pretendes que vuelva arrodillada a tu regazo tibio,

Pretendes…

Querías doblegar mi espíritu con tu mirada acusadora,

Yo no he cometido ningún delito…

Pero tenías los ojos llorosos,

Llorabas…

Y yo no sé por qué, pero aunque quería llorar,

No lloré…

Y me escupías en el rostro tu dolor, tu amarga rabia,

Pero yo no tengo idea de celarte, ni de amarte apasionada.

Tú querías que descendiera al moho de tu tristeza, querías que te desafiara con la misma pena,

Yo soy cobarde…

Y aunque tuviera el arma para defenderme, contra ti jamás la empuñaría.

Y tus manitos me buscan en la oscuridad, querida,

Tú conmigo sientes tanta hambre,

Se te antoja la desidia...

Mírame mujer, poseedora de la certeza de tu amor apasionado,

¿Quieres junto a ti, a un ser, como yo, tan apagado?

Tengo las manos frías, querida mía,

Así que si deseas recibir de mí, una caricia, te llegará congelada como lo está mi piel,

Congelado amor…

Y algún rasguño al corazón tan bonito que has cultivado,

Te rasgaré…

Y no tengo más que mis hibernaciones y mi humor, a veces negro, para entregarte.

Yo no sé de estrecharte entre mis brazos con fuerza,

Siempre tú, me estrechas…

Y aunque quisiera darte toda mi atención, yo tengo indiferencia.

Así que si decides amarme, a ciencia cierta,

Seguirás saliendo lastimada,

Como en una batalla…

Aunque te ame,

Porque te amo.




miércoles, 29 de julio de 2009

Tadzio y el hombre.



Entonces Tadzio miró sobre su hombro, sí, ahí estaba aquel hombre mayor de mirada profunda y brillante, pero melancólicamente herida. Parece como un perro apaleado, pensó el chico.

Aquel joven débil y de sonrisa fácil no le tomó importancia al asunto, ¿acaso algún niño le toma más importancia a la mirada de un hombre triste, que a los juegos y risas con sus amigos?

Pero aquel extraño hombre persistió… Y su mirada, pasó de ser una curiosa entonada, a una sutil admiración. Entonces Tadzio comenzó a notar a aquel hombre, que parecía venerarlo con cada pestañeo que emitían sus ojos vidriosos.

Se encontraban en las noches calurosas de las cenas del hotel, se miraban para saludarse, y luego nada más, el recato siempre presente. A veces, se encontraban en el ascensor común, entonces Tadzio sentía aquella mirada barrer la curva de su cuello, acariciar la seda de las sortijas de su cabello, y darle un delicado beso en los pétalos de sus labios.

En ningún momento Tadzio se sintió perturbado, no había malicia en aquellos ojos lunáticos, no había suciedad ni pecado, ni sodomía ni iglesia. Había simplemente una profunda admiración, un amor pacífico de celo. Porque aquel hombre mayor mantenía su mirada vigilante, con recelo del sol que intentaba quemar la piel de marfil del muchacho. Cualquier peligro natural o antinatural que atacara al joven era enemigo del hombre, que lloraba todas las noches, por la belleza de Tadzio.

Una tarde, Tadzio jugaba alegre junto al mar con un amigo, su cuerpo largo y elástico provocaba el platinado chapoteo del agua salada. El hombre mayor se sentía rebosante de contemplación de tal cuerpo humano, cuando intempestivamente un dolor agudo lo aquejó. Una gota de sangre le escurrió por la frente como si fuera sudor, sus ojos se nublaron poco a poco, y se quedó con una última visión. Era Tadzio apuntando con su índice el ocultamiento del sol. Y murió tranquilo, sumido en un sueño de amor y fascinación.

Tadzio, que nunca se había acercado mucho al hombre, por fin lo hizo. Primero le tomó la mano algo descolorida, luego le depositó un beso en la palma, y por último, le susurró al oído unas palabras dedicadas a él, sólo a él. Unas palabras tan hermosas y únicas, que ni siquiera puedo escribirlas.


.


Me he dado el lujo de subir tantas fotos porque siento que este personaje lo ameritaba, llamado en su tiempo “el más hermoso niño del mundo”, fue el actor de la película de Visconti “Muerte en Venecia”. No he tenido la suerte de ver aquella película en español, simplemente algunas partes en italiano. Eso sí, el pequeño libro de Thomas Mann, con el mismo nombre que la película, me lo devoré.

Debo admitir que tengo una fascinación tremenda con este par, el amor ocultamente arrebatador del hombre mayor por el joven hermoso. No es un amor hacia el cuerpo masculino, sino hacia el estado de la belleza pura y natural del joven.

tenía esta tremenda necesidad de escribir sobre algo dulce con notas agudas, entonces encontré una melodía de Sade "pearlas" y la imagen fugaz de este niño hermoso se me vino a la cabeza, y tuve que escribir casi como si no fuera yo la que lo hacía, sino una fuerza externa.

lunes, 13 de julio de 2009

El ciego la amaba

Y la amaba tanto...

Le gustaban tanto sus labios, eran carnosos y con forma de corazón. Pero sólo porque a Alberto le gustaban y eso dejaba su espíritu tranquilo.

Alberto en verdad no podía definir la verdadera naturaleza de ella, era ciego de nacimiento. Pero al menos pudo conocer sus labios una tarde en que los delineó con sus dedos, conoció su rostro a través de sus manos suaves, como de pianista, decía ella.

Caminaban por la Plaza de Armas tomados de la mano. Alberto la llevaba con tanto orgullo, nunca había amado a una mujer, nunca se lo había permitido antes.

Ella le tomaba la mano con recelo, esperando que la gente los mirara raro, caminando con cautela y en espera de algún comentario mordaz, típico de nosotros los Chilenos.

Ella lo amaba tanto… Deseaba con toda su alma darle una linda familia a Alberto, y por eso, lo abandonó.

Porque en la vida real, ella era él, y los travestis no pueden tener hijos.


miércoles, 1 de julio de 2009

Sádica.

Me miró con ojos tristes. Noté que se volvía más ojerosa, mas ahumada, más augusta en su hablar. Se contenía un poco, sabía que tenía que elegir las palabras con pinzas, porque ciertas frases estaban vetadas, podían hacerla llorar.

- Ya sabes, tenemos que hablarlo.

- ¡Y qué quieres saber! ¡Perra, perra, perra!

Su odio era culminante, pero me fascinaba. Algo tienen las palabras fuertes que logran cautivarme. Todo su cuerpo temblaba, sus labios apretados denotaban la furia de sus palabras acusantes, entonces yo era la perra, y ella con sus labios y con su lengua, me condenaba.

- ¿Tú, me dices perra? Entonces, te lo agradezco.

Me miró extrañada, confundida de mis palabras dictadas casi con honorabilidad.

- ¿Eres una maldita sádica?

Preguntó, ¡Cuánta razón! Que clara tenía ella mi forma de ser… Sádica, que hermosa palabra que escucho y que logra estremecerme. ¿Acaso no hay realidad y verdad en el dolor? No hay nada más sincero que una lágrima con pena, que un grito con furia… Nada más verídico que una marca de colilla de cigarro apagada en un muslo.

- Sí, lo soy… Por eso estoy contigo.

Me miró de frente, a punto de golpear mi mejilla con una bofetada. Me temblaron las piernas, ¡Golpéame por favor!

Pero no me golpeó, aquello me dolió más, me sentí traicionada.

- No puedo seguir lastimándote por capricho tuyo.

- ¡No, no es eso mi amor!

- No, ¡Cállate! Escúchame alguna vez en tu jodida vida pendeja de mierda, no continuaré en esto. ¿Sabes por qué? Bueno, muy sencillo querida, golpearte no me produce placer.

- ¡Puedo cambiar! ¡Quédate!

- Ya madura.

Se fue dando un gran portazo. Aquel portazo me quedó como un beso de despedida. Incluso a veces, cuando la extraño, entro a mi pieza dando grandes trancos y sello con un portazo descomunal, es fantástico porque, me transformo en ella, y me golpeo frente al espejo para ver mi rostro algo magullado de su amor ausente, ¿Estarás golpeando a alguien más, amor mío? ¡Qué ojalá no sea así! Únicamente yo, merezco y debo ser golpeada por ti.











No, no soy yo la sádica, este texto es sólo una locura del momento, cosas extrañas rondan mi cabeza estos días, necesito huir lejos donde la cultura no podrá tocarme, a un lugar donde esté todo permitido.

miércoles, 17 de junio de 2009

Yo quiero, perderme en la ciudad.


En esta ciudad que me abre sus piernas para que yo, simple mortal, me encamine por los pliegues de su sexo, para que beba de los jugos aquellos, los restos de la violación que ha sufrido, una y mil veces, por seres que la han creado. Porque, querámoslo o no, quienes nos hieren son los que nos conforman como identidades, si yo soy así, fríahurañamalgenio, fue porque tú me violaste.

Y es tan hermosa esta ciudad... Tan manchada y herida, la miro por las mañanas cuando voy a la universidad, veo a la mujer que pide plata cercano al paradero final de la 205, veo las marcas de vómitos y aveces, sangre. También, llego a avenida Providencia, con sus gentes empapeladas de trajes, son ellos, otros violadores, se llenan la boca de palabras infieles.

¡Hay, estos personajes! somos tantos los que manchamos el asfalto y sus remedos de parques... Pero yo amo a la ciudad, así, manchada y violada como está, ¿Acaso hay entidad más compleja? ella que nos lleva a nosotros como microorganismos que nos alimentamos de ella, tan delicioso elixir nos provee, incapaz soy yo de dejarla, más sólo quiero admirarla en soledad, filtrarme en los pliegues maravillosos y tibios de su sexo, beber aquella materia intocable que han dejado los que la hemos violado, y fundirme... Fundirme en su interior mismo, hasta volverme yo, otra ciudad igual de violada.


miércoles, 10 de junio de 2009

En la ciudad que tanto amo y temo.

Las calles revoltosas de caos parece que me absorberán. Siento miedo, pero sigo caminando, por ti. No puedo decir que veo la luz al final, no puedo decir que las esquinas sean atrayentes para mí. Cruzar una puerta siempre ha sido difícil para esta pobre alma atormentada, de pasado y de penas espinosas, que marcaron al corazón selectivo. Tener miedo parece siempre la opción más atrayente, porque el miedo liberó a la gente, porque los que tuvieron miedo, sobrevivieron. ¿Y si quiero morir? ¡Morir de pasión! Suena deliciosa la idea de desfallecer entre tus brazos de piel de durazno. Anidarme en el frío agradable de tu pecho que subirá y bajará arrebatado. Sería maravilloso saberme provocadora de tus latidos, de tu agitada respiración. ¿Acaso me negarías el beber de la poción revitalizadora de tu beso? Quiero que tu lengua se pierda en mi boca con la mía, quiero que nuestras piernas resbalen juntas por un cielo lleno de nubes acolchadas y tibias, serán nuestras carnes las mejores camas para nuestros deseos más ocultos. Nos verán por ahí, en la ciudad a la que tanto amo y temo, donde nos amaremos.


Esta ciudad a la que tanto amo y temo. Esta ciudad que parece que absorberá a la gente que camina apurada a sus trabajos por la mañana, siempre me siento tan pequeña y frágil cuando admiro los edificios, y amo todo el ruido, todas las razas de personas que transitan, ellos ni siquiera me miran, jamás ven mis ojos que los contemplan de forma enamorada, porque amo ese caos matutino que me obliga a caminar apurada y con mirada desafiante, porque aunque le temo a la ciudad, me encanta desafiarla con mis pensamientos y mi amor.


miércoles, 8 de abril de 2009

Traición del amado

Traición del amado.

¡Yo quería ser tu eterna amada!
Yo hubiera sido tu fan más devota…
Habría besado aquel camino,
Por donde tus pies pisotearon mi orgullo herido.

Me hiciste creer que eras bueno…
Infame primer amor,
Con besos y utópicas alabanzas
Emborrachaste mi corazón.

Me diste la vida,
Provocaste mi muerte
Irónica,
Esta conclusión.

Limpiabas mis rodillas heridas
Con tus labios
Que me parecían dulces
Tan dulces pétalos de flor.

Yo quería amarte,
Infinitamente, tú, mi orgullo, mi admiración.
Me llamaba yo Electra,
Y tú, mi adorado Agamenón.

No le digas, Jazmín, que tu fragancia aspiro,
Recordando su amor para llorarle luego,

Y me clavaste el puñal
Tú, amado infame
De una estocada
Mataste mi devoción.

Tan alto como los andes
Te tenía visto yo.
Te hundiste en los océanos de la amargura
Y de paso, te llevaste mi amor.

Aquel hombre que yo veneraba
La máscara se quitó.

Horroroso interior descubrí
No quise nunca más ser tocada por ti.


Un poema más, un trauma más, qué más da, ¿Verdad?
Un beso.