martes, 19 de julio de 2011

03.00 AM




No debería haberte llamado...
No cuando tus ojos, tu voz, tus oídos y tu perfume
están a merced de ella.
Y yo aquí,
incrustada en esta naciente dependencia que has provocado,
no hago otra cosa que
remecerme de angustia.

Dormirán juntas,
quizás la abraces y ella te corresponda...
Así como yo he fantaseado estas noches
el ser abrazada y corresponderte.
Corresponderte con este fuego que
me quema las piernas por enredarce en las tuyas.

No debí llamarte,
no cuando mi pueril romanticismo
clamaba por una dulce palabra que
pudiera elevarme a la esperanza de tenerte,
de ser tuya.

Me dijiste que ella era tu amiga,
y si es así, entonces,
¿por qué no me dijiste como en las pasadas noches,
con esa voz tan dulce que yo creí guardabas solo para mí,
un reclamo de un deseo por mis brazos?

Si estoy imaginando que me quieres de igual forma que yo,
no me beses la frente con esa actitud de solemne entrega,
no me pidas que vele la siesta que tomas reposando tu cabeza en mis piernas,
rugiendo sutilmente como reclamo a mi timidez
para entregarte largas caricias.

Si no me quieres como yo te quiero,
entonces no me perturbes
con tus palabras,
con tus caricias,
con tu beso insidioso,
con tu mano que reclama la mía,
con tu mirada de cierva,
Y sobre todo,
con tu olor.

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