Tú,
me recuerdas a ella
aveces,
como cuando
encaprichada
me dices que quieres
que yo te pida vernos.
O,
cuando me cubren tus mimos
a veces insistentes,
como insistente
fue ella conmigo.
También,
te le pareces
cuando con los ojos brillantes
y avergonzados
me entregas tus regalos.
la reencarnas en mi vida
de manera tan singular,
que podría jurar que tu cabello cambia de color,
cuando me ofreces con tanta generosidad
tu mano.
Pero,
no todo es dulce recuerdo,
porque cuando callas
eres él.
Eres él
si tus ojos me miran con demasiada curiosidad,
abriendolos ensoñados
y nublados de infinitos secretos,
pudiendo yo perder la vida
tratando de descubrirlos.
Eres tan él,
cuando esa torpeza:
tímida, calma, infantil,
se apodera de tus actos
y provoca el tropiezo de tus palabras.
o,
cuando constantemente
me dices palabras profundas,
con un rostro serio
que me corroe por dentro,
al tratar de descifrar
tus más íntimos deseos,
Pero...
También eres tú.
Eres tú, cuando
pruebo las delicias
que tus manos hornean
para mí.
Eres tú
cuando me abrazas un poco más,
delante de todos,
sin importar el qué pensarán.
Eres tú,
definitivamente,
envuelta en ese perfume suave,
perceptible,
cuando mi rostro se hunde en tu cuello,
o tu pecho.
Sí,
eres tú.
Aunque reencarnas
mis karmas,
también posees
tus dotes mágicas.
Esas que se descubren
en cada cita,
cada mail,
cada mensaje...
Y que terminan por entibiar
mis palabras.
Palabras que se deslizan,
y no se obligan,
para ti.
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