martes, 26 de julio de 2011

orgullo, respuesta, egoísmo y pasión

¿Debería sentirme conmovida?

El caldo de sentimientos se ha hecho
dentro de mí.
Hierve y burbujea,
clamando desvordarse de la olla.

Me duele esa voz...
Me tiembla el alma
el sentir o percibir
alguna herida
fruto de mi lengua
pendenciera,
que incesantemente,
trama venganzas
contra ti.

Y no es que no te quiera,
Porque de quererte,
no deberías dudar.
Sino que es la inseguridad del alma,
que con desaforadas estrategias
inicia guerras contra tus
pequeños alfileres,
que incertas con inocencia
dentro de mi corazón.

Es esta alquimia peligrosa,
llena de orgullo e inseguridad,
la que no me permite ser
cien por ciento víctima,
sino que un combatiente voraz.

Perdona si ataco tus alfileres con espadas,
pero es que mientras más
me robas el pensamiento y las pasiones
más arrebatadas,
más me duelen,
hasta las brisas frías
que me tiran tus palabras.
Y si exagero o no,
poco me importa,
porque mi amor así se manifiesta,
apasionado en mi sentir y necesitar,
vengativo por orgullo y seguridad.

No me hieras
con palabras tan frías
que logran hacerme enojar.
Entrégame siempre el néctar
de tu voz dulce,
de tu risa,
de tu caricia y aroma.

Yo no quiero que provoques
lo peor de mi personalidad,
por eso hoy he temblado de dolor
y arrepentimiento,
ante esa voz que me entregaste,
llena de incertidumbre,
acongojada,
suave y débil.

No provoques mis demonios...
Sé dulce,
sé mía,
que de tu lengua se desprenda solo mi nombre,
por favor,
no provoques
mi violenta inseguridad.

No me hagas daño,
con los residuos
del batallón de mi guerra,
que incursionó
contra tu débil campamento militar.

Tan solo quiero adorarte,
y que tú me adores tres veces más,
es un amor egoísta,
pero es el amor más sincero
que te puedo dar.

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