sábado, 9 de junio de 2012

12.35 AM


Y la vida sigue a un ritmo frenético. Tú, bajo la tierra, descansas con un latido mínimo, minúsculo, insonoro. Latido hecho para el ritmo del universo, no para las personas.

Quiero detenerme. Pero la masa de personas que vienen detrás de mí me empuja. Así que, sigo caminando. Sigo a un paso que preferiría fuera más lento. 

A veces la gente se acuerda de ti. Es ahí cuando se olvidan de la masa y se detienen ante tus pies. Flores que se marchitan al día siguiente. Pero tú no estás marchita. Te has vuelto de tierra, hogar de la semilla, libera la hoja, se forma el tronco, la rama, el fruto, alimento del ave, vuela al cielo, recorre el mundo.

Que envidia me das… Que has visto los atardeceres de Venecia y, al mismo tiempo, el amanecer en París.
Algún día yo disfrutaré ese ritmo celestial. Lejos de religiones, políticas, vicios del hombre. Libre… Tan libre junto a la tierra.

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