La jungla de sentimientos se asienta en el alma
torcida...
Me gusta como tus manos acarician con hambre el
muslo que se ofrece tímido.
Quizás te beso como si jugara al quita y da, pero es
que me vuelve loca pensar en el dolor de tu entrepierna.
Me gustó mucho cantarte canciones rebuscadas,
sensuales, lentas, terribles, oscuras. En esos momentos sentía que te entregabas a mi pecho con
una tremenda confianza. Por eso, yo te dejé hacer hasta el límite de mi
capricho.
Me devoraste el cuello con impaciencia. Ésa lengua
estaba sedienta del perfume de mi piel.
Aprisióname muy fuerte, que hace frío, y yo soy la
amante espectacular que tus sueños han tejido.
Yo seré la que tú quieras que sea. Así de definitiva
es mi entrega, porque quiero que me recuerdes, porque deseo que nadie más esté
sobre mí. Que le digas a tus amigos que como yo no habías conocido a nadie, que
le repitas a cada uno, que soy tal cual pediste a las noches solitarias
rellenas de húmedas fantasías.
La barbilla que rozó la mía era áspera. Áspera pero
entrañable.
Entrañable desde el deseo que surge en los
intestinos del tejido más sensible. Vibra el estómago si me sigues diciendo que
soy hermosa, tiembla mi sonrisa si me miras tan directamente.
La mano tibia sube por mi espalda, acaricia mi
cuello, aferra mi rostro. Me besas como si fuera un arte. Yo seré la musa de tu
lengua, los colores de tu pincel.
La timidez, en justa medida, enciende el deseo.
Yo te prenderé con dulces besos artísticos, con
caricias ambiciosas que quieren apaciguar tu alma. Yo te sé herido, mis manos
quieren curarte. Déjame ser bálsamo para los ojos cerrados. Pero piensa en mí. Piensa en mí en cada instante de
la pasión. Que estas piernas las valores como mías, que mi boca no cambie de
forma, que mis besos sean únicos, que mi olor sea tan propio como para que
luego en la completa oscuridad puedas reconocerme…
La jungla de sentimientos y sensaciones se abarrota
de alaridos… Cae una llovizna sutil, un rocío otoñal…
El cadáver de la pasión quedó pegado al colchón.
Cuando retoco la pintura de mis ojos, supongo, ya te he olvidado.
No me mires así desde las sábanas. Te daré un último
aliento con mi boca. No me mires así… Que amar al viajero no es una opción.
Sonríes resignado. Me arreglo el cabello, te cubro
con las frazadas.
Quiero otro beso… Quieres más arte…
Una boca que enloquece encerrada en la otra, desborda
la vida, desborda pasión.
Escucho el alarido distante de un estremecimiento
que debilita mis rodillas. No te atrevas a encerrarme otra vez entre tus
brazos. Soy débil a tu tibieza.
Déjame marchar así, sonriente, aliviada de los
límites.
Eso, gírate, dame la espalda. Que sea esa espalda lo
último que vea… No tus ojos, no tu boca, no tus manos, no tu pecho… No, no ese
pecho que me acunó con tanto cariño y confianza, no.
Perfecto.
Camino rápido por la calle, la gente me mira. Jungla
terrenal de la vida apresurada y gris… Quiero gruñirle a la gente, me apesta la
gente, me enferma.
Yo estoy enferma, enferma de una jungla ilimitada de
animales que habitan dentro de mí.
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