sábado, 9 de junio de 2012

Consternaciones

La historia se tejió de innombrables anhelos púberes e indecentes sueños precoces.

La voz se quedó siempre corta ante la histeria de las palpitaciones de aquél órgano vital situado en el pecho. Si pudiera decir su nombre...

Las manos congeladas se recluyen en los bolsillos amistosos de manera violenta. No me toques las manos, me da vergüenza. Me da vergüenza de no tener manos tibias, de no saberte acariciar con dulzura. De mancharnos siempre con el burdo anhelo del cuerpo. De no saber alimentarnos con lo que nos entrega el alma.

Siempre me quedo corta de palabras... El lenguaje me limita.

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