Hoy me siento
pesimista.
Por la mañana, cuando
me tocaba,
sentía la frustración
de lo inalcanzable.
El orgasmo coqueteó
conmigo sutilmente,
demasiado sutil como
para encenderme.
Así que caí derrotada a
la cama con las manos
manchadas de
insatisfacción.
Me puse a dar vueltas
sobre el colchón,
para encontrar un punto
cómodo donde la espalda descansara.
Cuando por fin mi
cuerpo se entregó a las sábanas,
comprendí que me
faltaba un ícono a cual adorar.
Bonito, por más que te
preocupes de calentar mis manos,
cuando ya no estás,
estas, inevitablemente, vuelven a su frialdad natural.
Pero, no había sido
hasta hoy en que en verdad esa frialdad me había molestado.
Cuando me toqué el
muslo derecho, la carne se volvió tensa y asustada. Mi propio cuerpo me
rechazaba como ofendido del tacto gélido de mis manos.
Un tirón lastimero
remeció suavemente mi ímpetu.
¡Qué horrorosas manos!
¿Cómo hicieron estas
manos para tocarla con tanto cariño?
Ella siempre me tomaba
la mano con tanta devoción. ¿Yo era tu ícono? ¿Estas horribles y gélidas manos
te gustaban?
Miro el cuadernillo y
me da miedo abrirlo. Lo tengo cerrado y escondido. Ya no puedo escribir en él.
Estas manos heladas
podrían congelar la tinta antes de dejarla impresa en el papel.
Ayer él se preocupaba
mucho de mis manos. Las encerraba entre sus dedos, las acariciaba con sincera
preocupación y de vez en cuando se preguntaba del porqué de aquélla
temperatura tan baja. Yo no podía hacer otra cosa que enternecer mis ojos y
regalarle dulces palabras.
Me gustan sus ojos… No hay mentiras en su mirada. No
hay grandes misterios, pero aún así, hay cierta veta melodramática que mantiene
mi interés.
Dramática por
naturaleza, yo misma me boicoteo.
Yo misma cargo el arma
que en cualquier momento me disparará certeramente. Clavo espinas venenosas en
mi conciencia, y cuando crece la mala hierba que yo misma planté, cosecho la
picazón que me carcome las intenciones.
Esta boca que hoy te mantiene
interesado, mañana te injuriará para hacerte tambalear.
No sirvo para las
relaciones. Me desprendo demasiado rápido de las personas. Si no me muestras
algo nuevo, terminaré por clavarte la llave de la despedida.