Tus ojos brillaban,
tanto,
tanto,
que sentí
una tibieza dulce
recorrerme las venas
y
desintoxicar
mi corazón.
Te abracé
con una entrega
desaforada
y
furibunda,
como quien
se abraza
a
un salvavidas
en medio del
mar.
Sálvame.
con ésa sonrisa
sálvame.
Te conté mi vida
en
un suspiro.
sin temor,
como nunca
te la había contado antes.
Y
ahora,
que sabes de mí
hasta
lo turbulento
de mis sinuosas calles,
te quiero más
y mejor
que antes.
Querido,
perdóname
si te dejé atrás
con un montón
de caprichos
y exagerados
secretos.
No te prometo nada,
no sirvo para eso,
pero al menos
ten fe de que
ya no pondré
entre nosotros
una lista de secretos.
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