viernes, 30 de octubre de 2009

Un momento.

La cortina se balancea de manera sensual,

Penetra en los hilos las luces de la ciudad.

Penetra en mi mente el recuerdo, aquel susurro de tu voz diciéndome: Quiero una vida contigo.

Y yo, ilusa, niña jugando a ser mujer, creía tanto.

Entonces me atrapabas entre tus brazos, y yo me dejaba caer a aquel nido de emociones, mientras tu mirada buscaba siempre algo más.

Yo, algo nerviosa de que vieras demasiado dentro de mí, cerraba mis ojos y te ofrecía mis labios como consuelo.

Y tú decías mi nombre: “Nataly...” Antes de besarme.

Entonces, como a todos los amantes, el mundo se volvia etéreo.

Mis manos no podían tocar otra cosa que no fueras tú.

Y luego, abría los ojos y veía los tuyos cerrados, era tan bonito creer que tus mentiras podían ser realidad. Era maravilloso pensar en una vida juntos, pensar en huir lejos contigo, pensar en tener hijos, una casa, cuentas por pagar…

Y ya nos veía a ambos, cansados del trabajo y el tedio, para llegar a simplemente abrazarnos. Hacer el amor, en cierta forma, innecesario.

Pero dejé que las ilusiones se fueran desprendiendo de mis manos, el tiempo acabó antes de que llegara a salvarte. Tú tampoco, fuiste capaz de esperarme.

Pensé que llorando, recibiría tu consuelo. Jamás me abrazaste en ese momento.

Entonces traté de sonreír, que no fueran mis ojos rojos el último recuerdo que te llevaras de mí.

Ahí, en ese fatídico momento, me diste un amable beso en la mejilla.

No te vi nunca más.

Ahora te recordé, porque en noches como éstas, así: calurosas y fragantes. Aparecías para hablarme de tus cosas, para hacerme dudar de nuestra apasionada amistad.

Yo te escuchaba tan atenta, celosa siempre de las demás, celosa de todo. Supongo que simplemente te amé demasiado.

Ahora todo me parece una epifanía. Ahora tu pelo largo y negro es como un dulce recuerdo. Aunque no sé porqué, pero tus ojos aguados jamás los podré olvidar.






Nunca he entendido porqué escribo. Creo que es para decir lo que no le digo a nadie más, para hablar de una forma en que no todos puedan entender. No lo sé, desde que mi vida dio un vuelco de 180°, comencé a escribir. Ya no tenía con quien desahogarme, por eso, la hoja y el lapiz fueron mis mejores amigos.

La foto: Tampoco lo sé, aunque creo que me agrada porque así te esperaba. Era maravilloso esperarte cuando llovía, le daba el toque dramático a la espera. Me daba frío, para que llegaras a abrazarme.

Ahora todo es un poco caótico. Parece como si hubieras muerto. (Al menos el ser que conocía murió) Pero en alguna parte, quiero pensar que queda un poco de tú yo antiguo dentro de ti. Al menos, ese hombre del pasado haría muy feliz a alguna mujer. A mí, ya no. No porque no sienta algo por ti, si no que, ya no podría mirarte a los ojos sabiendo en lo que me he convertido.



miércoles, 21 de octubre de 2009


Infame tu boca venidera,
honrada mi lengua de recibir la tuya.

Me abrazaste con esa fuerza, una fuerza sexual.

Sonreíste como niña traviesa, escondiendo tus manos tras tu espalda,
escondiendo la verdad.

Confieza que me has deseado, tu boca no me puede engañar.

Entonces, hambrienta te encuentras, hambre tengo yo. Y mientras me aferro para no perder el control, me atrapas y caigo... Aunque intenté no hacerlo.

lunes, 19 de octubre de 2009

Majestad.


Entonces me veo sentada en aquel trono, tan alto, tan revestido de joyas y terciopelo púrpura…

Y apareces a mis pies, tan pequeño, tan miserable y hambriento mientras besas el borde de mi capa.

¡Ríndeme pleitesía! ¡Cómo osas mirarme a los ojos! ¡Qué te corten la cabeza!

Entonces veo esa mirada rebalsada… ¿Quieres llorar, insignificante?

Y me rio tan fuerte… Y tú, con aquella expresión derrotada que me produce tanta excitación.

Sí, que te corten la cabeza.




He descubierto que me expreso mejor escribiendo que hablando. Cuando hablo, lo hago con cuidado de los presentes, para que nadie se ofenda ni se angustie. Pero cuando escribo, lo hago a destajo, sin moderar nada, sin taparme nada. Ya que, generalmente lo escribo para mí, y conmigo, soy muy sincera y cruel.




sábado, 17 de octubre de 2009

El Amor Del Antiguo

Llegó el momento, al fin… Ya es hora.

Se miró al espejo y relamió sus labios pálidos. Pensó en el pasado, cuando le vio caminando por la ciudad con aquel rostro tan hermoso, el más hermoso que recordara en doscientos años. El muchacho tenía apenas diez años y caminaba con tanta propiedad por las aceras de la ciudad. Sintió su corazón arrebatado cuando el chico le dirigió aquella mirada púrpura. Entonces, en silencio, le siguió algunas calles y descubrió el basurero donde vivía aquel ángel caído.
Después de pensarlo en sus sueños, la noche siguiente, salió en busca del niño que solía vagabundear por la ciudad nocturna de asfalto y neón. Entonces, cuando lo encontró, lo envolvió en su abrazo frío y le borró todo rasgo de tristeza y necesidad de la memoria. Lo crió como un hijo mientras su corazón latía hinchado de amor pasional.
Aquel niño, creyó fervientemente en el hombre pálido y de cabello de seda negra. Se entregó a él como si fuera aquel cuerpo milenario un santo en vida. Nunca temió de verle sólo en las noches, nunca dudó de aquel dinero inacabable ni de los sirvientes silenciosos que le criaron. Creció como un chico normal, rodeado de innumerables tesoros sin saber por qué los obtenía. Él no comprendía que había desatado el amor incondicional y tenebroso de un ser marcado por la muerte, guiado por la sed.
Cada noche, aquel increíblemente pálido y hermoso hombre despertaba de su sueño, bajaba de su habitación cerrada con mil candados y cenaba sin cenar con el muchacho que lo esperaba con excitación. Entonces el chico, seducido y sin memoria de nadie más a quien amar, se tiraba a los brazos de su benefactor y le besaba las mejillas heladas. Consciente de la no naturaleza del sujeto, consciente y a la vez ignorante del hombre en verdad.
Salían a recorrer la ciudad tomados del brazo, mientras el antiguo le describía la evolución de la ciudad con precisión de quien ha presenciada cada suceso histórico. El muchacho desconfiaba apenas, pero el amor e impresión que el antiguo causaban en él, arrebataba sus púberes emociones que buscaban con anhelo un poco más de intimidad.
Y antes de desaparecer a los confines de su cuarto, el beso. Un pequeño beso en los labios del muchacho que hacían caer sobre él un sueño imposible de ignorar. Entonces caía rendido a los brazos del mayor, que lo llevaba a su habitación y le robaba un sorbo de juventud, para saciar la pasión, para saciar aquella sed que le inculcaba terroríficas imágenes de muerte y bacanal.
El muchacho despertaba al medio día, con un cansancio extraño, poco habitual, y descubría unas pequeñas costras en su cuello marfilado, demasiado pequeñas, que le escocían. Siempre culpó a algún mosquito, pese a que en su interior comprendía la gravedad de aquellas marcas. Pero el amor, aquel amor apasionado podía más… Entonces cerraba los ojos y seguía durmiendo, soñando con aquel abrazo, con aquel abrazo que lo envolvió como una nube gris que borraría todo lo anterior, y que sería el punto de partida para la vida que terminaría.
Llegó el momento, al fin… Ya es hora.
Pensó el mayor mientras el joven, que cumplía dieciocho años, le esperaba de pie en la terraza vestido con un traje a la medida color gris. Su cabello castaño le caía despreocupado por la frente, a lo que el mayor se adelantó y colocó detrás de las orejas de su amado.
Lo llevó a recorrer el mar, le confesó, entre miradas demasiado profundas para un mortal, lo que escondía aquel corazón que amenazaba con dejar de latir en cualquier momento si no recibía un sorbo de vida roja. Entonces, con un beso demasiado íntimo, le demostró que la sangre tiene un sabor dulce, demasiado dulce para lo que cree la finita humanidad.
El chico se aferró de la espalda del mayor, consciente del abismo que los separaba, un abismo que amenazaba con volverse nada.
Llévame, déjame caer contigo a la mayor oscuridad.
Llegó el momento, al fin… Ya es hora.
Se dijo el mayor mientras comenzaba a perforar la piel del cuello de su preciado joven. Entonces, con pleno consentimiento del ángel caído, dejó llenar su boca de aquel néctar tibio y suculento. Pronto bebió hasta que su corazón se aceleró, y mientras el joven lo miraba con sus iris púrpura desbordados en lágrimas, el mayor mordió su muñeca para darle a beber al joven que le quemaba el alma.
El muchacho aceptó, tan enamorado como turbado de emociones, bebió la sangre que en un principio le pareció de un sabor metálico, para luego transformarse en algo demasiado delicioso, con toques dulces y textura de miel. Se extasiaron tanto el uno del otro, que volvieron corriendo emocionados a la casa que lo vio crecer. Entonces se entregaron, durante la primera noche, el
néctar de la vida una y otra vez.


No lo sé... Me sentía un poco melancólica, un poco lúgubre, y nació esto. Espero no cause ninguna sorpresa, pero me encanta jugar con la sexualidad ambigua.

jueves, 15 de octubre de 2009

Para los expositores.


Ella mira por la ventana,

Me imagino que vuelve a su patria.

Nos mira con duda y miedo,

Presiente los límites de la cultura.

Tiene los ojos del color del cielo que tanto mira,

Esconde sus manos, animalillo herido.

Su cabello le cubre las mejillas,

Ella no intenta quitarlo,

Y sigues mirando la ventana, muchacha,

Sonríe un poco, inténtalo.

¿Temes de nosotros, temerías de mí?

No puedo creerlo… ¿Acaso te vi sonreír?

Ahora comprendo, tú no temes, tú no escondes nada de ti.

Tú, simplemente, no me conoces. Eso es todo.


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Enlazas las manos,

Alzas la ceja… Esa mirada de relajo,

Me encanta tu voz.

Me imagino que me llamas: “Ma petite beauté”

Yo viajaría por ti.

No pareces lejano, tampoco cercano,

Eres el que simplemente está ahí.

Tratas de recordar, tratas de hablar,

Se te escapan las palabras, joven extranjero.

Ya has terminado tu lucha, sonríes.

Ya puedes volver a tu asiento y a la cercanía de los tuyos.

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Seguras,

Lindas,

En cada palabra decidida.





lunes, 12 de octubre de 2009

Locura


Risueña, calma y pura…

Anhelo enredarme en tus muslos opulentos de seda.

Exhala el humo de tu cigarro, mi amor, deja que entre en mi boca.

Quiero con mis labios quitarte la pintura de tu boca,

Quiero marcarte por completo,

Ser un animal y tú mi territorio.

Mientras te veo bailando con otro,

Mientras yo bailo con otro,

Me imagino lo que piensan ellos, luego de que te dirijo lascivas miradas.

Él coloca una mano en tu cintura,

El otro quiere besarme,

Tú sonríes coqueta,

Yo le hago un suave desaire.

Me pides ir al baño,

Ellos quedan expectantes.

Luego volveremos,

Digo en un susurro incitante.

Cierro la puerta tras de mí,

Tú retocas tu carmín.

Quiero, quiero, quiero tanto besarte.

Mis manos tiemblan mientras acaricio tu cabello y tú pareces ignorarme.

No seas así, amada… Dame el aire y el agua.

Me miras, sonriendo con tus ojos…

Te miro, con deseo…

¿Qué pretendes?

Me preguntas.

Ya no lo soporto, amor, quiero que tu saliva sea mi bautizo.

Entonces me acerco, lenta y delicada.

Un beso, un toque, un roce.

Me estremezco, tú me abrazas.

Quiero estar siempre así, unida a ti por el lazo de tu lengua, mi amor.


Poema con un bonus (una leve foto mía). A mí me encanta este poema, fue una locura escribirlo, no sabía lo que daba vuelta en mi cabeza... No, miento, yo sabía lo que estaba en mi cabeza. Tú.


lunes, 5 de octubre de 2009

Entre tus manos, el capullo.

Entonces se abre el capullo de la vida, estoy adentro de aquellos pétalos púberes.

Apareces tú, y tu manto de seda chocolate… Tu piel de caramelo que enciende mi hambre.

Tu respiración como el aliento de la vida,

Respiro, te fumo, te consumo…

Nunca es suficiente, jamás lo será.

Se han roto los pétalos, me he hecho mil pedazos en el suelo manchado de colillas de cigarro y alcohol.

Y tu mano… Pequeña y distante, arranca ramos de flores a mi alrededor.

Todos te miran, yo te miro mientras haces añicos mis emociones.

Tú no lo sabes, criatura infernal,

Los mechones de cabello que ansío tocarte te tapan la vista, tú no puedes verme como yo quiero que me veas.

Y luego que he quedado desnuda, vestida únicamente con la vergüenza de tanto anhelarte, me tapo el pecho para que no descubras mi naturaleza.

En el fondo me da tanto miedo de que en verdad, me veas.

Entonces comienzo a caminar, sorda a los consejos y sugerencias, alejándome de ti y de todos.

Pero mi rostro se vuelve, mis ojos anuncian, sólo te puedo mirar a ti.